Viene de :
http://blogguercedario.wordpress.com/2009/08/12/dnde-estaba-mi-satisfaccin/
Me entregué a la policía porque sabía que ya no podría seguir huyendo sin rumbo. Entré en la comisaría que había muy cerca del campo de fútbol. Me acerqué al mostrador y le espeté a aquel agente que yo era ese a quien estaban buscando.
Se incorporó de la silla y me indicó que me diera la vuelta para a continuación ponerme las esposas y acompañarme hasta el despacho del comisario. Era como el de las series de televisión baratas; rechoncho, con bigote y despeinado.
Me estuvieron interrogando durante casi cinco agotadoras horas, hasta que me llevaron a una celda. Allí conocí a Jimeno, un gitano que se dedicaba a pasar heroína y se me hizo más llevadera la estancia en ese lugar el poco tiempo que duró.
A los tres días me trasladaron a la prisión de máxima seguridad. Había oído que los novatos son carne de cañón, pero en esa cárcel, debías ser más cabrón que el mayor de los cabrones, y yo ya iba con un buen currículo.
Fui a parar al módulo siete, el de los que tenían condenas por asesinato. Tuve suerte con mi compañero de celda. Ricardo, se llamaba el tipo. Era casi de mi edad y su caso era muy parecido al mío, se había cargado a su jefe tirándolo por la ventana de un décimo piso, y se hubiera librado sino fuera por que todos los compañeros de la oficina fueron testigos del suceso. Fue una venganza, claro, lo quería despedir después de 20 años en la empresa, para darle su puesto a su cuñado, cosas de la vida cotidiana, pero a él parece que no le sentó muy bien.
Pasaron dos semanas hasta que apareció el abogado de oficio, y me requirió a su presencia. Me dijo que mi caso era muy complicado, pero que lo iba a llevar, por que le gustaban los retos. Me calló bien, aunque era joven, no daba la impresión de ser inexperto.
Ya llevaba tres meses y la verdad es que todo parecía muy tranquilo, nadie se metía conmigo. Pero aquella tranquilidad se iba a terminar muy pronto.
Sucedió en la cola de la comida, se acercaron por detrás y me clavaron un punzón en el cosrtado, me caí al suelo desplomado, porque me atraveso un pulmón. Cuando me desperté, estaba en el hospital, custodiado por dos policías en la puerta de la habitación. Una enfermera me estaba tomando la tensión y cambiando el suero, me sonrió y salió del cuarto.
Por la tarde, después de comer, apareció mi abogado. Me explicó que un tipo de la banda de Leo fue el que me atacó, y que lo metieron en incomunicados, que si quería poner la consiguiente denuncia. Yo le dije que no, que esas cosas se arreglaban dentro…
Al día siguiente, el fiscal que me había acusado se acercó a verme para hacerme una proposición.