-¿El número 38 de los zapatos de mi gusto, no está disponible en este momento?. -Preguntó Sara en voz alta al vendedor de zapatos.
Parecía enfadada. Y es que ya se había recorrido media ciudad en ese día, para buscar los dichosos zapatitos de marras.
Su novio ya la había dejado por imposible y estaba fuera del escaparate fumando un cigarro.
-¡¡ Vamos !!, gritó a su acompañante.
-Hay que seguir buscando hasta que los encuentre, yo no me quedo sin mis zapatos para la boda…
De pronto, se detuvo y mirando hacia el suelo, exclamó:
-Esos son los que quiero.
Lo malo es que tenían dueña, o dueño.
Un travestí muy bien vestido, paseaba orgulloso por la calle principal, pavoneándose ante la mirada atenta de numerosos transeúntes con esos zapatos que habían embelesado a Sara.
Ni corta ni perezosa se dirigió directamente hacia el poseedor de los zapatos y le pidió desesperadamente que se los prestara, que tenía una urgencia, que le pidiera lo que quisiera.
El Travestí la miró, y le contestó:
-Vale!, te los presto. Pero a condición de llevarme a tu amigo y que pase esta noche conmigo. ¿Lo tomas o lo dejas?.
jajaja…todos tenemos un precio… pero….¡unos zapatos!…barato se vende a un amigo…genial el relato…volveré.
muacks!
Pues para mi que se quedó con los zapatos y le dejó al amigo, y el amigo, encantado claro….
jajajajajajajajajaja
Besos.